«¿Qué tal si todo esto está fuera de mi alcance? ¿Y si nunca entenderé cómo funciona el tarot?»
La pregunta aparece en silencio, sin avisar. A veces entre pensamientos sueltos mientras haces otra cosa. Otras, justo después de cerrar un libro de tarot o terminar de ver un video que te dejó más confundido que antes. Hay algo ahí dentro que te llama, que te intriga… pero también hay algo que te susurra: esto no es para ti. Que esto del tarot es terreno sagrado de otros. De gente con un don. De personas más “espirituales”. Más… conectadas. Lo que sea que eso signifique.
Y entonces te preguntas si estás perdiendo el tiempo. Si estás intentando leer un idioma antiguo con los ojos vendados. Si lo tuyo es otra cosa. Porque claro, tú solo ves cartas con dibujos. ¿Cómo puede alguien ver el pasado, el presente y el futuro en un mazo de papel?
Yo también estuve ahí. No una, sino muchas veces.
Recuerdo la primera vez que toqué un mazo de tarot. Pensé que al barajar sentiría algo especial, como una especie de electricidad mística, un zumbido, una señal inequívoca de que “esto es lo mío”. Pero no. Solo tenía las manos sudadas y una confusión absurda sobre por qué una carta con un loco con un palo y un perrito era tan importante. El Loco. Ya, bueno… el loco era yo, claramente.
Aprender tarot no es como aprender a montar en bici. No hay un momento claro donde digas: ¡Ajá! Ahora lo sé todo. Es más como entrar en una casa con muchas habitaciones. Algunas están abiertas y otras cerradas con llave. Al principio caminas por el pasillo, ves las puertas, te asomas a alguna. Pero no tienes mapa. Y hay días en los que sientes que avanzas, y otros en los que das vueltas al mismo salón.
Y sin embargo, algo te sigue empujando. Porque el tarot no es solo un sistema de cartas. Es un espejo. Y tú, sin darte cuenta, ya estás aprendiendo. Cada vez que te haces una pregunta frente al mazo. Cada vez que dudas. Cada vez que vuelves.
Pero vamos al punto que duele: ¿y si nunca lo entiendes?
La verdad incómoda es que no lo entenderás todo. Nadie lo hace. Ni siquiera los que llevan décadas leyendo para otros. Porque el tarot no se “domina”. Se vive. Es un idioma del alma, y el alma no es lineal ni lógica. Es contradictoria, cambiante, emocional.
¿Sabes qué es lo más bonito de todo esto? Que esa misma duda que te frena es también la que te convierte en una persona perfecta para el tarot. Porque el que duda, escucha. Y el que escucha, empieza a leer con el corazón, no con el manual.
Te propongo un pequeño experimento.
Toma una sola carta. No busques su significado en Google. No abras el libro. Solo mírala. ¿Qué ves? ¿Qué te hace sentir? ¿Qué historia crees que cuenta? No importa si crees que estás “inventando”. Eso es leer tarot. No se trata de memorizar, sino de aprender a confiar en tu mirada. En tu intuición. En tu manera de ver el mundo.
Sí, puedes estudiar simbología, numerología, arquetipos junguianos si quieres. Y está bien. Pero no te pierdas en la teoría. El tarot se aprende tocándolo, viviéndolo, equivocándote, haciéndolo mal y luego volviendo a hacerlo.
Aquí van algunas verdades que me habría gustado que me dijeran cuando empecé:
– No tienes que ser “espiritual” para leer tarot. Solo tienes que tener una pregunta honesta.
– No necesitas un “don”. Necesitas tiempo, ganas y la capacidad de escucharte a ti mismo.
– No lo entenderás todo de golpe. Y eso es parte de la magia.
– No estás solo. A casi todos nos ha pasado eso de mirar una tirada y no tener ni idea de qué hacer con ella.
Entonces, ¿qué puedes hacer ahora mismo para empezar sin sentirte perdido?
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Usa menos cartas. Comienza con tiradas de una o dos. Las de tres cartas ya son un mundo. No te compliques más de lo necesario.
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Hazte preguntas reales. No preguntes cosas como “¿cuándo seré rico?” sino “¿qué me bloquea para avanzar en mi carrera?”.
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Lleva un diario de tiradas. Apunta lo que sacas, lo que sentiste, lo que crees que significa. Vuelve días después a leerlo. Te sorprenderás.
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Confía en tu manera de ver. Si para ti El Diablo representa un trabajo que te agobia, está bien. Nadie lo siente igual.
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Habla con otros lectores. Incluso los que están empezando. Todos tienen algo que enseñarte. Incluso tú a ellos.
¿Y si todo esto está fuera de tu alcance? Tal vez esa no sea la pregunta. Tal vez la verdadera sea: ¿qué parte de ti está tan asustada de su propia intuición que prefiere pensar que no es capaz?
Porque, mira… si has leído hasta aquí, es porque algo en ti sabe que este camino, por extraño que parezca, te llama. No porque seas raro. Sino porque tienes una mirada única del mundo. Y el tarot es eso: un lenguaje para mirar lo invisible.
Así que no te rindas. Deja de buscar respuestas perfectas y empieza a hacer preguntas imperfectas. Baraja el mazo aunque no entiendas. Saca una carta aunque no sepas interpretarla. Esa es la forma. No hay otra.
Porque tal vez… solo tal vez… ya lo estás entendiendo. A tu manera. Y eso basta.
¿Te animas a sacar una carta hoy?